Desde
niño supo que su vida estaría enlazada al mar como los ostiones a sus conchas,
dicen sus padres que los primeros pasos los dio sobre la cubierta de un barco
que luego fue parte de sus juegos infantiles.
Solo
mirar de cerca a Manuel García Rodríguez
uno se percata de ello, desde a sus 18 años de edad comenzó a trabajar como
pescador profesional, solo 10 años después le dieron la misión de capitán de
barco, responsabilidad que lleva con orgullo hasta el día de hoy.
A
pesar de su juventud su recia tripulación de marinos curtidos por el sol y el
salitre lo respetan como a un padre, ellos saben que sus vidas depende de las
decisiones que adopta ante las tormentas, no pocas veces sus aciertos los
llevaron sanos y salvos a tierra firme.
Todos
sus compañeros afirman que en los momentos de las corridas de langostas trabaja
con tanta dedicación que los obliga a dejar detrás la fatiga y los agotadores
fríos para continuar la faena hasta terminar de apresar la última de las
conocidas como las reina del Caribe.
Manuel
se asemeja a uno de esos personajes de novelas a pesar de su rudo trabajo, su
tez morena, su franca sonrisa y su buen ánimo contribuyen a que la visita a su
barco, el número 22 de la flota de San Juan y Martínez sea agradable y siempre
acompañada por un buchito de café como solo saben hacer los marineros en alta
mar.
Con
un abrazo nos despedimos de Manuel y lo vimos partir timón en mano dando el
barco un fuerte pitazo como anunciando
al horizonte que ya iban en busca de nuevas aventuras.