¨La medicina pasa al médico, que ya por serlo
cura, y con su sonrisa suele abatir la fiebre.¨
José Martí.
San
Juan y Martínez es un pueblo que tiene mucho que agradecer a sus médicos, desde
aquel inolvidable Daniel Saín que compartía sus alimentos con los enfermos más
pobres, hasta Sergio Piloña Ruiz que convierte cada tarde su portal en
consultorio.
A
pesar de trabajar en el Hospital Materno Provincial sabe que su jornada laboral
más intensa lo espera en su casa en las horas en que la inmensa mayoría de las
personas disfrutan del recogimiento familiar para el baño y la cena.
A
esa hora en la acera de su hogar se organiza una cola de padres con sus niños
en brazos, la mayor parte con esas caras de angustia que los caracteriza cuando
lo llevan al médico, pero cuando llega Sergito todo se transforma.
Este
robusto doctor en que unas canas prematuras denuncian la llegada de los cincuentas
años de vida es un médico diferente a los que conocen desde sus nacimientos.
Este
lo atiende en pantalón corto, descalzo, juega con sus padres y antes de
revisarles las gargantas les acaricia la cabeza, les habla de la playa, les
pregunta si vieron los muñes y sin percatarse comienzan a tratarlo como al tío
que tanto quieren.
Así
es el Doctor Sergio Piloña Ruiz, ni su propia familia sabe de donde saca tanta
fuerza, dulzura y empeño en atenderlos a todos, sin cobrar un centavo, porque
como él mismo afirma, el mayor pago para un médico de niños es atrapar en sus
rostros una sonrisa de felicidad.
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